Transformación digital, transformación global

By 27 marzo, 2017Blog
transformación digital

Una rápida mirada a un buscador de Internet nos localiza, en apenas medio segundo, más de 14,7 millones de resultados bajo el término “transformación digital”. transformación digitalY más de 10 millones si utilizamos el término en inglés. No cabe duda de que se trata de una expresión que se ha puesto de moda en el ámbito empresarial.

Sin embargo, en mis conversaciones con empresarios he podido comprobar que la mayoría no tienen muy claro de lo que hablamos. De ahí que haya pensado en escribir este post, intentando aclarar un poco el panorama.

La mayoría de empresarios con los que he hablado asocian el término a operaciones de “tecnificación” o de “innovación tecnológica”, es decir, a la ejecución de inversiones para implantar nuevas tecnologías en la empresa. Para ellos, la transformación digital se limita a disponer de tecnologías más modernas y capaces: extender el uso de las tabletas o portátiles, la conectividad de los empleados a través del móvil o implantar software avanzado son las respuestas más frecuentes.

Pero no, no se trata de eso. Ni mucho menos.

Cuando hablamos de llevar a cabo la “transformación digital” de la empresa, en realidad lo que buscamos es, aprovechando esos avances tecnológicos, dar un vuelco a la forma en que la empresa se enfrenta al mercado; vuelco que implica, necesariamente, cambiar los modos de pensar.

Las nuevas tecnologías son, sin duda, un elemento esencial en esa transformación de la empresa, pero no constituyen el fin último, sino sólo una herramienta. La clave, lo verdaderamente importante, es lograr que la empresa se rediseñe desde el interior, que se replantee continuamente cómo actuar en un mercado cada vez más interactivo, más globalizado, en el que el comercio electrónico, el “big data” o el “IOT” (Internet de las Cosas) están haciendo que los clientes cambien su modo de adquirir productos y servicios. El objetivo debe ser, por supuesto, vender nuestros productos; pero, para ello, la aproximación al cliente/consumidor, nuestra forma de ofrecerle esos productos o servicios, debe estar adaptada a esa nueva mentalidad, a las nuevas formas de comprar, a la globalización del mercado.

Las empresas necesitan, por tanto, reinventarse, replantearse como llevan a cabo cada uno de sus procesos e innovar permanentemente, buscando su rentabilidad en una gestión totalmente orientada a satisfacer las necesidades de ese nuevo cliente, mucho más conocedor y tecnológico, que dispone de infinidad de información y puede, por tanto, comparar antes de comprar. En este contexto, se habla siempre de que la empresa debe ser disruptiva, otro término usualmente asociado a la “transformación digital”; en efecto, la empresa debe buscar la disrupción, que no es otra cosa que una ruptura con los procesos tradicionales, con la forma en que hemos venido haciendo las cosas; es decir, nuestra empresa debe estar presidida por una actitud de crítica continua de nuestros procesos, de lo que hacemos; y de permanente búsqueda de “modos de hacer” diferentes, sin duda más sencillos, que nos permitan estar mucho más cerca de satisfacer las necesidades de los clientes.

En esta transformación, el papel de los empresarios y directivos es fundamental: no solo deben impulsar las nuevas tecnologías para abaratar costes y mejorar la productividad; también deben ser flexibles ante los cambios y, sobre todo, capaces de impulsar la creatividad e innovación a todos los niveles de la compañía, fomentando la participación de tal modo que todos sus integrantes se sientan libres para discurrir y proponer, para rediseñar sus puestos de trabajo, para intercambiar opiniones y experiencias con los clientes, con los proveedores y con sus propios compañeros, en un permanente dialogo con el mercado; no está de más recordar lo que comentaba hace poco en este post: No te pago para pensar.

Si la empresa no se abre a las nuevas pautas del mercado, si mantiene estructuras organizativas tradicionales, jamás logrará esa transformación, y su exposición al fracaso será cada vez mayor. La transformación no puede ser parcial, sino global.

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